sábado, 20 de diciembre de 2008

La Universidad y los lemmings

Para quienes nos movemos en el ambiente académico chileno -y hasta donde sé, en algunos otros países sucede lo mismo- en el último tiempo se ha hecho conocido un conjunto de términos tales como proceso de Bolonia, proyectos Tunning, acreditación, planes estratégicos, ect., etc., etc. Estos términos corresponde, a su vez, a visiones sobre la forma de enfrentar el desarrollo académico, a políticas públicas en materia de educación superior, a decisiones sobre cómo enfrentar (supuestos) desafíos derivados de la globalización y de una asumida -porque no reflexiva- idea de "la universidad en la sociedad del conocimento".
No es el punto de este comentario discutir la pertinencia de estas visiones y enfoques, sino, justamente, la ausencia de discusión sobre los mismos. En los diferentes centros universitarios en que me ha tocado vivir los respectivos procesos -o, en su momento, la preocupación por los mismos- ellos se asumen como un dato dado, como un hecho irresistible. Ante la posibilidad de enfrentar críticamente las premisas y los resultados del proceso de acreditación de carreras y programas, o los contenidos, por ejemplo, de un modelo de diseño de currículos basados en competencia, conectado con exigencias del mercado laboral y con posibilidades de movilidad académica y laboral que existen institucionalmente en el espacio europeo (y no en otras partes del mundo), la respuesta es, de manera permanente, que así están dadas las cosas y que no vale la pena intentar enfrentarse a ellas. "Las cosas" aquí son ciertas políticas públicas o de la repectiva instituciones, o sea, opciones humanas: nada inevitable como la existencia de la luna o las tormentas solares. Sin embargo, y de alguna manera, se encuentran protegidas, inmunes a la crítica precisamente en aquél lugar donde uno podría esperar las mejores expectativas para el desarrollo del pensamiento crítico en una sociedad; el ambiente universitario. Contra esa expectativa -que vengo hace un tiempo reconociendo como algo naiv- la imagen de la realidad se asemeja más bien a la de miríadas de lemmings, moviendose en masa e institintivamente. No me atrevo a pronosticar que nos dirigimos a un acantilado y que terminaremos ahogados en el mar; quizás todo esto nos lleve en otra dirección. Pero el sólo hecho de renunciar, en la universidad, a la reflexión propia, capaz de enfrentar la opinión predominante sobre los temas que nos atañen en nuestra labor académica ya parece, al menos, un silencioso suicidio colectivo. Mas trágico aún, cuanto menos percibido.