jueves, 29 de octubre de 2009

Suecia y Finlandia. O bien: educación, moda y juicio propio.

En una columna aparecida en La Tercera algunas semanas atrás (25.08.2009), Inger Enkvist compara el desarrollo de las políticas en educación de Suecia y Finlandia. Mientras que la primera ha alcanzado un éxito reconocido mundialmente en esta materia, Suecia ha ido bajando lentamente en la gradación del Programa Internacional para la Evaluación de los Estudiantes (PISA, por sus sigla en inglés). La señora Enkvist no es precisamente una recién llegada en temas de educación y, por lo demás, es de nacionalidad sueca: por lo tanto, su observación tiene algo de autocrítica calificada que la hace particularmnete interesante.
¿A qué atribuye la sra. Enkvist esta dispar evolución? En la mencionada columna, señala que Suecia adoptó algunos años atrás los nuevos enfoques en pedagogía bajo el lema de democratizar la educación: docentes más cercanos a los alumnos, alumnos con más derechos y menos deberes, énfasis en crear interés por aprender, más que por aprender. ¿Los resultados? Descendentes, en lo académico, y con cada vez más frecuentes casos de faltas de respeto del alumnado hacia los profesores, y entre los propios alumnos y alumnas. Y señala, cito: “En la discusión, cualquiera que diga que antes las cosas eran mejores, se ve automáticamente calificado de retrógrado, porque los nuevos pedagogos afirman que su orientación es correcta, pero que la culpa de los problemas la tienen los cambios ocurridos en la sociedad”.
El punto que toca la sra. Enkvist es de particular interés para lo que sucede con nuestra educación, hoy: en todos los niveles, y en especial en el nivel universitario. Estimo que debiese discutirse (y no darse por descontado), si es bueno o malo el propósito de democratizar la educación, de concentrarse en generar interés más que aprendizaje, etc.: pero no me ocuparé aquí de esto. Lo que me interesa destacar es la razón última que hace valioso el contraste entre Suecia y Finlandia. En materia de educación, los resultados de Finlandia obedecen a la decisión de no dejarse llevar por por la modas o tendencias en materia de educación y pedagogía. La decisión finesa es el resultado de confiar en el juicio propio. Esto debiese llevarnos a la reflexión.
En Chile, los centros educativos superiores se encuentran inmersos en una verdadera corriente, un conjunto de tendencias cuya adopción parece ser imperativa o poco menos, tomando en cuenta el contexto institucional y las consecuencias asociadas al eventual rechazo de alguna de estas modas. Tanto las demandas de procesos asociados a la acreditación –con los presupuestos subyacentes incluidos en dichos procesos-, la idea de educación por competencias, flexibilidad curricular, formación orientada al medio, y otros (Bolonia, Tunning, etc.), son elementos que tienden a desplazar la reflexión propia, al menos al interior de las unidades académicas, sobre qué y cómo enseñar. El planteamiento crítico respecto de estas corrientes es descalificado de manera muy similar a la relatada por la sra. Enkvist. O, en el mejor de los casos, no es descalificado: simplemente no hay tiempo para ello –ya que hay que hacer la tarea exigida por el respectivo proceso: autoevaluarse, elaborar el perfil, discutir las competencias, etxc,. etc. etc. De todo esto, quizás lo más grave no sean las consecuencias para la educación al largo plazo; esas siempre podrán revertirse –lástima, si, el costo en tiempo y recursos humanos-. Lo más grave es que, en este predicamento, lo que se pierde es una dimensión importante de la reflexión universitaria: aquella dirigida hacia si misma. Quizás nunca es tan importante conservar el juicio propio, como cuando se dirige a la reflexión sobre uno mismo.

sábado, 20 de diciembre de 2008

La Universidad y los lemmings

Para quienes nos movemos en el ambiente académico chileno -y hasta donde sé, en algunos otros países sucede lo mismo- en el último tiempo se ha hecho conocido un conjunto de términos tales como proceso de Bolonia, proyectos Tunning, acreditación, planes estratégicos, ect., etc., etc. Estos términos corresponde, a su vez, a visiones sobre la forma de enfrentar el desarrollo académico, a políticas públicas en materia de educación superior, a decisiones sobre cómo enfrentar (supuestos) desafíos derivados de la globalización y de una asumida -porque no reflexiva- idea de "la universidad en la sociedad del conocimento".
No es el punto de este comentario discutir la pertinencia de estas visiones y enfoques, sino, justamente, la ausencia de discusión sobre los mismos. En los diferentes centros universitarios en que me ha tocado vivir los respectivos procesos -o, en su momento, la preocupación por los mismos- ellos se asumen como un dato dado, como un hecho irresistible. Ante la posibilidad de enfrentar críticamente las premisas y los resultados del proceso de acreditación de carreras y programas, o los contenidos, por ejemplo, de un modelo de diseño de currículos basados en competencia, conectado con exigencias del mercado laboral y con posibilidades de movilidad académica y laboral que existen institucionalmente en el espacio europeo (y no en otras partes del mundo), la respuesta es, de manera permanente, que así están dadas las cosas y que no vale la pena intentar enfrentarse a ellas. "Las cosas" aquí son ciertas políticas públicas o de la repectiva instituciones, o sea, opciones humanas: nada inevitable como la existencia de la luna o las tormentas solares. Sin embargo, y de alguna manera, se encuentran protegidas, inmunes a la crítica precisamente en aquél lugar donde uno podría esperar las mejores expectativas para el desarrollo del pensamiento crítico en una sociedad; el ambiente universitario. Contra esa expectativa -que vengo hace un tiempo reconociendo como algo naiv- la imagen de la realidad se asemeja más bien a la de miríadas de lemmings, moviendose en masa e institintivamente. No me atrevo a pronosticar que nos dirigimos a un acantilado y que terminaremos ahogados en el mar; quizás todo esto nos lleve en otra dirección. Pero el sólo hecho de renunciar, en la universidad, a la reflexión propia, capaz de enfrentar la opinión predominante sobre los temas que nos atañen en nuestra labor académica ya parece, al menos, un silencioso suicidio colectivo. Mas trágico aún, cuanto menos percibido.

miércoles, 16 de julio de 2008

De todo un poco

Admiración por la disciplina de los bloggers que escriben todos los días. Y lo hacen bien! Que envidia...

Aquí, en cambio, lo que hay: un suscinto reporte de los últimos días

La presidente Bachelet proponiendo a Ingrid Betancourt para el Nobel de la Paz. ¿Perdón? ¿Cuál ha sido el mérito de Betancourt? ¿Haber sido secuestrada? Haber sido candidata presidencial, antes de eso? ¿Haber sido rescatada, después de eso? O, en fin, ¿sus declaraciones después del rescate, que un mínimo sentido de prudencia me llevarían a considerar reposadamente, tomando en cuenta que vienen de una persona que ha vivido una experiencia traumática, y a la espera de cómo se desarrollan los eventos en una zona delicada de la diplomacia regional? No en vano la idea complicó a la cancillería. Aparte de eso, la propuesta me mueve a reflexión. ¿Cuáles son las ideas o conceptos políticos de nuestra jefe del ejecutivo? Me preocupa que en ellos se anide el pensamiento de que la calidad de víctima, más allá de ser motivo de compasión, constituye un mérito por si misma. Porque si es así... ¡ay de las políticas públicas de nuestro país!

Más de lo mismo: Música le arroja agua a la ministra de Educación. Lo mejor: la comprensión mostrada por los profesores (¿entenderán algunos educadores que en determinados contextos formativos "mostrar comprensión" hacia una conducta es equivalente a justificarla?). Comentarios: el argumento de la niña es que cuando ella intentaba "dialogar" (en la calle) los carabineros le arrojaban agua, por lo tanto ella podía hacer lo propio con la ministra. O sea, ella quería ser tan buena como los carabineros. Bravo por esta decisión. Mejor aún: si los profesores "comprenden" este gesto respecto de la autoridad de gobierno ¿qué pueden esperar en sus salas? Parece que la cuestión aquí no es si la educación en Chile tiene fines de lucro o no. Más bien tenemos que preguntarnos si tiene fines educativos. Música: no te preocupes. Mientras aparezcas como víctima de algo, de cualquier cosa, te va a ir bien en este país. Aprendiste la lección. Postúlate a algo, lo que sea. Pero no olvides perfeccionarte , para que algún día puedas pasar del jarrón a tu guanaco propio (en el camino podrías practicar el escupitajo: suena tan auténtico, tan espontáneo....) Tu madre te acompaña y apoya. Faltaba más.

UDI y elecciones internas. Kast no se integra a la directiva, a pesar de su derecho estatutario a ello. Bien. Por fin alguien con sentido de la política en la UDI (¿o en la oposición en general?). Se le reprocha atentar contra la unidad del partido, por este gesto. ¿Y dónde se ha visto que en política quien pierde se siente en el banco de los ganadores? Bien por Kast, bien por algo de salud en política.

Poder Judicial y Ministerio de Hacienda; un conflicto artificial. ¿Por qué debería reprochar la Corte Suprema al ministro de hacienda que éste haga su trabajo? ¿O se me ha pasado alguna reforma institucional que otorgue a la Corte la decisión sobre mérito, oportunidad y control de la asignación de recursos públicos? Asi sea que se encuentren comprometidos y aprobados por ley ¿debemos conformarnos en Chile con que los recursos del poder judicial, que se nutren de nuestros impuestos, queden en un régimen especial al margen del control y decisiones de un poder ejecutivo cuya cabeza elegimos democráticamente (por pobre y débil que sea su desempeño) ?
Y nadie parece molestarse por estos rieptos de la Corte Suprema.....

miércoles, 25 de junio de 2008

¿Derecho común?

En las V Jornadas de Derecho Administrativo (Coquimbo, Chile, 19 y 20 de Junio 2008), Juan Carlos Ferrada y Alejandro Vergara expusieron sus respectivas posturas (crítica y de franco rechazo, respectivamente, si les he entendido bien) respecto de la aplicación del Código Civil, o del derecho privado, como fuentes supletorias del derecho administrativo. Creo que la cuestión debe plantearse en otros términos. En su momento, el derecho del Código Civil surge como una decantación de reglas a partir de una sistematización del derecho común que era, a su vez, una elaboración de juristas (que no de legisladores). Y creo que es inconcuso que, respecto de cualquier rama del derecho, es posible predicar el carácter supletorio -y no solamente supletorio, sino que en función de integración permanente- del derecho común. Creo que la pregunta que se plantea, entonces, es la relativa a la constucción de aquello que se llame derecho común en nuestros días, y que, dejando aparte el rol que debiese jugar en dicha construcción el derecho privado, no puede dejar de lado el derecho constitucional en el efecto de irradiación de los derechos fundamentales, ni algunos aspectos del derecho internacional.